Heraldos de la peste
La serie Heraldos de la peste de Lucas Garcete se inserta de manera profunda en el contexto de su obra visual, que explora el misterio de la muerte y la trascendencia a través de una compleja manipulación fotográfica. En esta serie de collages, los heraldos, esos mensajeros de la muerte, se presentan en un escenario nocturno —a veces urbano, a veces rural— que se entrelaza con los principios de vida y muerte. Esta dualidad simbólica refleja la constante tensión que atraviesa la serie, guiándonos en un viaje hacia la comprensión cósmica y el inevitable final.
Los heraldos descifran los principios que rigen la existencia, removiendo brebajes amargos como la cicuta, mientras sus máscaras puntiagudas ocultan hierbas farmacéuticas que disimulan el hedor de los cadáveres. Cabalgan por noches insondables en busca de acherontias luminosas, pisando los esqueletos calcinados de reyes y mendigos. Bordan los cementerios con encajes negros como la misma muerte, que luego dispersan en forma de terribles mariposas. Cavan tumbas, realizan autopsias a escarabajos bajo la luz de la luna y huelen a difunto: al difunto que somos, al cadáver en el que nos estamos convirtiendo. Mientras cabalgan en sus corceles de ceniza, tropiezan con nosotros y nos preguntan: “¿Cuál es tu nombre?”. Nos conducen hacia la oscura claridad y nos abandonan en la orilla del mundo, donde deshojaremos la eternidad plagada de estrellas.
Heraldos de la peste no es solo una serie de collages fotográficos, sino una exploración profunda de la muerte, realizada a través de la manipulación y superposición de imágenes que resuenan con las técnicas que Garcete ha perfeccionado a lo largo de su obra. El uso del blanco y negro, el claroscuro y la composición cuidadosa de las siluetas —a veces recortadas contra cielos rasgados por relámpagos, lunas plenas o paisajes desolados— refuerzan el tono sombrío de la serie, creando una atmósfera que no solo se observa, sino que se siente, evocando un viaje hacia lo desconocido. Garcete no busca humanizar la muerte, sino confrontarla en su misterio más absoluto.